Sentir que hay cosas que se escapan de nuestro control nos angustia, nos paraliza, no nos permite disfrutar del presente. Nos hace estar en continua alerta, a sumirnos en la tristeza, el estrés y la desconfianza. La imposibilidad de tener respuestas inmediatas pone en jaque toda nuestra planificación y hace que nos invada el miedo. Un miedo al futuro, a perder las rutinas que tanto nos protegen, a no saber qué pasará con nuestro trabajo o salud.
Por estos motivos es la importancia que tiene ser capaz de valorar lo cotidiano, apreciar la libertad, ser capaz de disfrutar de las cosas simples. Aprender a vivir con menos, a ser agradecido por lo mucho que ya tenemos, a aprender a relativizar.
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